Yuri vive en Kiev (Ucrania) con su mujer y su hija. Tiene 35 años y se bautizó hace siete, poco antes de conocer el Opus Dei. Su deseo es trabajar bien y llevar una vida cristiana sencilla.
Tengo 35 años y nací en Siberia. Trabajo en Kiev (Ucrania) como consultor en varias companías. Estoy casado y tengo una hija.
Me bauticé hace siete años. Desde aquel momento, tenía claro que no quería ser un “católico de domingo”, sino que deseaba vivir mi fe todos los días de la semana. Sabía que Dios me llamaba a algo, pero no encontraba respuesta.
Un día un amigo me dijo: “Qué tranquilo tienes que estar en la Iglesia, fuera de ella hay tanto sufrimiento...”. Aquello me provocó el sentimiento contrario: no podía “refugiarme” en mi fe. Tenía que vivirla, para poder llevarla al mundo y así mejorarlo.
La primera vez que oí hablar del Opus Dei fue en un contexto confuso. Pero fui curioso y visité la página web. Una persona de Kiev se ofreció a explicarme la Obra directamente y charlamos.
Leí “Camino”. Aquello me ayudó a comprender lo que Dios me llevaba susurrando desde hacía un tiempo: que espera que haga bien mi trabajo cada día, que quiere que le ofrezca los pequeños detalles, que desea que sepa servir a mi familia y a mis amigos, que quiere de mí una vida sencilla y alegre.
A veces recuerdo el rato de oración en que “descubrí” algo tan sencillo e importante, y estoy seguro de que en aquél instante Dios sonreía.
Aún no hay un centro del Opus Dei en Ucrania, pero una vez al mes nos reunimos unas cuantas personas para recibir formación cristiana y tener dirección espiritual personal.
A diario me esfuerzo para sentir la compañía de Dios. Es algo que entendí bien cuando visité el centro de la Obra en Moscú. Cuando entré, la persona que me recibió me dijo: “¿Quieres que primero saludemos al Señor?”. No supe muy bien a qué se refería, pero dije que sí. Y fuimos a una capilla para rezar unos segundos ante un sagrario. La naturalidad con la que “incluyó” a Dios en la visita a la casa me gustó mucho.
Por eso, cada mañana, cuando empieza un nuevo día, digo: 'Aquí me tienes, Señor. Ahora sé qué esperas de mí'.
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