Un día, en Villa Tevere, entra en la sala de Mapas, que por entonces funciona como oficina de la Secretaría general de la Obra. Se dirige a dos o tres de los que trabajan allí y les corrige por unos errores conceptuales que han vertido en algún documento de gobierno.
No se trata de una cuestión de estética literaria; sino que, al decir una cosa por otra, queda afectada la propia espiritualidad del Opus Dei. San Josemaría, después de hacerles ver con tono enérgico el alcance futuro que podrían tener esas equivocaciones, sale de la habitación.
Pasado un rato, regresa. Trae en el rostro una expresión de apacible bonanza. -Hijos míos, acabo de confesarme con don Álvaro: porque lo que os he dicho antes os lo tenía que decir, pero no de ese modo. Así que he ido a que me perdone el Señor... y ahora vengo a que me perdonéis vosotros.
Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere
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