Antonio tiene 17 años y es un apasionado del Parkour, un deporte con el que ha aprendido a saltar, también los obstáculos de la vida.
Recuerda el dicho popular que “La felicidad no está en llegar a la meta, sino en el camino que se recorre”, y las formas de hacerlo son tantas como personas hay en el mundo. Algunos, como Antonio, buscan la belleza en el recorrido y por eso practica el Parkour o Art du deplacement (Arte del desplazamiento).
Las caídas, el miedo o el afán de
libertad son parte de la vida, y aprender a sortearlos es lo que al
final acaba empujándote más alto. También en su relación con Dios: “sin
Él, me cuestan más los saltos de la vida”.
El Parkour implica andar por caminos distintos al resto de la gente,
algo que a este joven de 17 años, ha podido aplicar en todos los
aspectos de su vida: “Hay formas de vida más saludables que estar con
adolescentes y ser uno más en el grupo, donde la única manera que
tienes de integrarte es fumando, bebiendo o algo de esto.”
Antonio ve muchos paralelismos entre éste deporte y la vida: “En el parkour no compites contra los demás, sólo contra ti mismo: tú te pones tus retos, no tienes que dejar que nadie te incite a hacer algo de lo que no estás seguro. Los demás te pueden aconsejar o te pueden hablar de obstáculos que tú no has visto, también te pueden dar seguridad, ayudarte si pasa algo… pero lo que no pueden hacer es obligarte.”
Antonio ve muchos paralelismos entre éste deporte y la vida: “En el parkour no compites contra los demás, sólo contra ti mismo: tú te pones tus retos, no tienes que dejar que nadie te incite a hacer algo de lo que no estás seguro. Los demás te pueden aconsejar o te pueden hablar de obstáculos que tú no has visto, también te pueden dar seguridad, ayudarte si pasa algo… pero lo que no pueden hacer es obligarte.”
A través del Parkour Antonio ha
aprendido a superarse a sí mismo, también en la fe: “Algo grita dentro:
No estoy hecho para vivir a ras del suelo. Esa voz que me grita es ajena
a mí, pero sé que es alguien que me quiere, alguien que disfruta
conmigo en cada salto.”
Las caídas, el miedo o el afán de libertad son parte de la vida, y
aprender a sortearlos es lo que al final acaba empujándote más alto.
También en su relación con Dios: “sin Él, me cuestan más los saltos de la vida”. A través del Parkour Antonio ha aprendido a superarse a sí mismo, también en la fe: “Algo
grita dentro: No estoy hecho para vivir a ras del suelo. Esa voz que me
grita es ajena a mí, pero sé que es alguien que me quiere, alguien que
disfruta conmigo en cada salto.”
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