Nathan, que vive en Cabo Frío, un balneario playero a un par de horas de Río de Janeiro, se le escapó a su padre, Aguinor Brito; saltó la valla de seguridad; rompió el bloqueo, y le pidió a uno de los guardaespaldas que lo aupara para poder alcanzar a Francisco. Al llegar a los brazos del Santo Padre, Nathan se le «colgó» al cuello. El Papa lo acogió con muchísimo cariño y conversó con él durante algunos minutos. «Rezaré por ti, pero pido que también reces por mí. A partir de hoy, tu vocación se ha concretado», lo bendijo Francisco. El Papa, se despidió haciéndole la señal de la cruz en la frente, le puso las manos sobre la cabeza y lo besó.
El pequeño volvió al suelo desorientado, se llevó las manos a la cabeza; al corazón y finalmente a los ojos, ocultando sus lágrimas. Caminaba en zigzag, como si no pudiera creer lo que acababa de pasarle. Finalmente, volvió tambaleando a los brazos de su padre. «Estoy temblando. ¡Es una emoción! Pido las oraciones de la gente para volverme sacerdote», dijo el niño, que sueña con ser cura desde hace dos años.
«Es el momento más fuerte y emotivo de toda esta jornada como imagen y como testimonio. El Papa abraza a este niño y le confirma la vocación», dijo a ABC Enrique Cangas, autor de la inolvidable instantánea y uno de los fotógrafos más importantes de la trayectoria de Francisco, cuando aún era «el cardenal Jorge Bergoglio», en Buenos Aires. «Fue una emoción muy grande, nunca vi a un chico de esa edad colgársele al cuello así», aseguró el fotógrafo, que en los diez años siguiendo a Francisco como cardenal, lo vio besar a muchos pequeños. «Siempre estuvo muy cerca de los niños», aseguró.
ABC
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