El pueblo pidió a Zaleuco que lo perdonase. «Perdonaré a medias a mi hijo, ya que no es él el único culpable, y mandaré que le saquen solo un ojo anunció; el otro me lo sacaré yo, pues siendo su padre debí haberlo educado mejor; así se dará cumplimiento a la ley, ya que esta nada dice sobre qué ojos hay que sacar».
También fue un político ingenioso. Para erradicar de Locris la ostentación, la suntuosidad y ciertas costumbres, legisló: «A una mujer libre, que no la acompañe más que una sirvienta, a no ser que esté ebria. Que las mujeres no salgan de la ciudad por las noches, a no ser que vayan a cometer adulterio. Que las mujeres no vistan ropas doradas ni vestidos bordados, a no ser que sean prostitutas. Que los hombres no lleven anillos dorados ni vestido semejante al milesio [el de los habitantes de Mileto], a no ser que frecuenten prostitutas o vayan a cometer adulterio.
Polémica anécdota que nos habla de lo difícil que es leer los preceptos de la ley natural que están insertos en el corazón humano. En su discernimiento, Zaleuco aplica la durísima ley a su hijo.
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