Salvador Cabañas |
En enero de 2010, un narcotraficante disparó a sangre fría a Salvador Cabañas en México D. F. Jugaba en el América y tenía un acuerdo con el United.
Salvó su vida, pero no su carrera.
Ciudad de México. 25 de enero de 2010. Son las cinco de la madrugada y Salvador Cabañas (Asunción, Paraguay, 5 de agosto de 1980) disfruta junto a María Lorgia Alonso, su pareja desde 2003 y madre de sus dos hijos (Santiago y Mía Ivonne), del momento más dulce de su vida.
A sus 29 años, es la estrella del América, legendario club al otro lado del charco; el líder de Paraguay, selección que aspira a ser la sorpresa del Mundial de Sudáfrica, y acaba de llegar a un acuerdo para jugar cuatro temporadas con el Manchester United (a partir de julio, una vez terminada la Copa del Mundo).
En su palmarés, una Liga de México, dos Pichichis en la Copa Libertadores (2007 y 2008) y un Balón de Oro de América (2007).La pareja se encuentra junto a un amigo en el exclusivo club Bar Bar, cuando Salvador decide ir al servicio. Él todavía no lo sabe, pero acaba de tomar la peor decisión de su vida: «Cuando voy a entrar al aseo, choco contra un señor, que pasa justo detrás de mí y deja a dos personas fuera, en la puerta, vigilando que no entre nadie», relata Cabañas a ABC.
Su encontronazo es con José Jorge Balderas Garza, alias «el JJ», un peligroso narcotraficante que comete sus fechorías bajo el abrigo de Edgar Valdez Villareal, uno de los criminales más sanguinarios de América, más conocido por «la Barbie» debido a su parentesco con Ken, el novio de la muñeca más famosa del planeta.«Una vez solos dentro del aseo, este señor comienza a insultarme y a acusarme de que le estaba robando al pueblo mexicano.
Yo le dije que eso era mentira, que solo estaba allí porque el América me había contratado y me ganaba el pan como futbolista. Discutimos durante un par de minutos, pero él ya tenía claro qué iba a hacer. Sacó una pistola, me apuntó en la frente con la mano temblorosa y me dijo que pidiera un último deseo porque me iba a matar», detalla el exfutbolista. En ese momento, «el JJ» apretó el gatillo y metió una bala del calibre 25 en la cabeza de Salvador Cabañas: «No le guardo rencor. Está perdonado desde hace mucho tiempo. No hay otro modo de vivir en paz. Si pensara las 24 horas del día en vengarme no sería feliz.
Yo tuve más culpa que mi agresor por estar a las cinco de la mañana en una discoteca. No era lo correcto para un futbolista de élite. Todavía me pregunto por qué lo hice», lamenta Cabañas, una víctima más –como desgraciadamente le ocurrió esta semana a la sobrina de Villar– de México D. F., una de las urbes más peligrosas del mundo.
«Preparen su entierro».
«El JJ» pasó una época en la cárcel, mientras Salvador luchaba por su vida: «Estuve en coma varias horas. Los doctores hicieron un milagro en una operación a vida o muerte. No podía hablar ni moverme, pero sí pude escuchar cómo los médicos les decían a mis padres que preparasen mi entierro». No es el único recuerdo que tiene de tan dramáticas horas. Su inquebrantable fe no le abandonó: «Me fui al cielo y vi a mi abuela y a Dios. Me dijeron que no era el momento de subir y que debía regresar a la Tierra para seguir con mi vida y ayudar a los más necesitados».
abc.es
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