Un dicho, cuya existencia se remonta al siglo XVIII, a alguien que abandona en el último segundo un proyecto tras recabar el apoyo de otros lo tachaba irónicamente de ser como el Capitán Araña, «que embarcaba a la gente y se quedaba en tierra».
Parece ser que el refrán se refiere a un marinero vasco llamado Arana, o más probablemente a uno de origen portugués de apellido Aranha –que se pronuncia araña– que se ganaba la vida animando a otros a embarcar camino de América, por lo que cobraba comisión, pero él nunca hacía el viaje.
Los fariseos debían de ser un poco como aquel capitán: huían de hacer aquello que mandaban a los demás. Según les reprocha Jesús: dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar (Mt 23, 3-4). Aunque lo que mandaban no era incorrecto, pues Jesús dice a la gente: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen (Mt 23, 3), no son el ejemplo a seguir.
El ejemplo para nosotros es Jesucristo, que va por delante anticipando Él con su vida lo que nos pide después a nosotros. Jesús no es un capitán araña, que nos embarca en algo que Él no está dispuesto a hacer. Al contrario, el Señor te enseña y exhorta primeramente con su ejemplo.
Si te pide que ames a los enemigos, es porque primero te lo ha enseñado amando y perdonando a quienes le persiguen y a la postre le condenan. Si te pide que ames a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, es porque Él ha seguido esta máxima como orientación de su vida en la tierra. Si pide generosidad en la entrega, es porque Él se ha dado sin medida en la Cruz. Jesús es el mejor capitán, porque, cuando te manda, Él va por delante cumpliendo lo que te pide y allanándote el camino con su ejemplo.
Con El, cuaresma 2017
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