lunes, 18 de enero de 2010
De Tarragona a Barcelona, pasando por Malabo
Adios, Candy Candy
Entonces vivíamos en Tarragona. Yo debía tener unos ocho años cuando mis padres nos dijeron que empezáramos a recoger la casa porque nos íbamos de vacaciones. -“Qué bien”, pensé.
Empaquetaron los cuadros, luego los muebles, y poco a poco fueron desapareciendo las camas, los armarios y las cortinas. “Claro –pensaba yo- es que nos vamos de vacaciones”. Mis hermanas estaban contentísimas. Hasta que una tarde me quitaron el póster de Candy Candy del cuarto y aterricé en la realidad.
-¡Yo no me voy de Tarragona! –protesté-. ¡Yo me quedo en España con mis amigas!
-¡Eso, ahora mismo nos vamos al aeropuerto y cambiamos los billetes! -bromeaban mis padres. Y en un visto y no visto, nos plantamos en Guinea Ecuatorial.
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