domingo, 31 de enero de 2010
EN MEDIO DEL FUEGO
Se incendia la casa de una viuda muy rica con ella dentro y con su hijo pequeño. Muere la señora en el fuego. Ningún bombero podía llegar hasta el chico. Un transeúnte ve un tubo metálico, junto a las llamas, que llega hasta la ventana donde gritaba el niño. El valiente, quemándose las manos, subió por el tubo hasta donde estaba el niño, logrando así salvarle la vida.
Tiempo después, en el juzgado, los descendientes disputaban sobre quién de ellos lograba hacerse con la tutela del niño y con su fortuna. Argumentaban parentesco, recursos, capacidades… pero el chico rehusaba a todos. Entra entonces en la sala un desconocido. Se adelanta hasta el juez en silencio, con las manos metidas en los bolsillos. El magistrado le pide sus credenciales, a lo cual él responde: “Señoría, no tengo riquezas ni poderes para competir contra todos los que aspiran a adoptar al niño”.
Le contesta el juez: “¿Y por qué razón solicita usted la tutela?” Responde el señor: “Sólo tengo estas muestras”, enseñándole sus manos quemadas. Al verlo, el niño reconoció al héroe que le había salvado la vida. Loco de alegría, corre a él y le abraza. Éste fue quien le adoptó.
MORALEJA: no hay ninguna prueba de amor superior a la abnegación. Una persona abnegada es la que es capaz de sacrificar sus intereses, en favor de otro que lo necesita más.
¿QUÉ ES abnegarse? Negar los propios deseos, en favor de quien se ama. Es anteponer generosamente el bien ajeno, al provecho propio. Es el sacrificio desinteresado que alguien hace de su beneficio, de sus derechos o de sus intereses, a favor de otros motivos superiores y más elevados que apostar por uno mismo, aunque no se vea la recompensa.
Al contemplar la vida de Jesucristo el cristiano entiende cuál es la abnegación que debe caracterizar su vida.
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