jueves, 1 de septiembre de 2011

Un secreto del Papa muy bien guardado



                            Hay actos oficiales que se publican con tiempo y todo el mundo conoce. Generalmente ocurre. Pero hay detalles de esos actos que, por prudencia y seguridad no salen a la luz pública, pero que al final terminan sabiéndose. Hace dos días tuve la oportunidad de hablar con uno de los que participaban en el operativo de la seguridad de Papa en la celebración de la JMJ. Pude saber que todo estaba perfectamente organizado, y que tenían previstas cualquiera de las eventualidades que pudieran suceder, hasta la más insólita y disparatada.
            Poca gente sabe que bajo la gran tarima de Cuatro Vientos, en donde iba a estar el Papa, había un comando de policías expertos en explosivos para evitar cualquier atentado. En caso de emergencia el sitial donde Benedicto XVI se sentaba automáticamente se desplomaba, con el Santo Padre incluido,  a un foso en donde un colchón de aire amortiguaba perfectamente la caída. Lo probaron con un sacerdote y funcionó perfectamente. Y detalles de esta índole cubrieron todos los lugares en donde el Papa iba a estar presente. Los accesos a lugares cercanos a Su Santidad estaba rigurosamente controlados. Más de un  Monseñor se quedó sin entrar a algunos de los recintos por no tener la documentación perfectamente en regla.

            Estos son los trabajadores silenciosos, que sin aparecer en ningún sitio estaban en todas partes. Como ya se ha informado todo estaba diseñado por el Jefe de seguridad del Vaticano. Me contaba este experto policía que algunos compañeros, en la estancia del santo Padre en la Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona, estuvieron varias horas colgados de arneses de alguna de las torres para vigilar los tejados.
            Pero hay un secreto muy bien guardado que me desveló esta amigo mío, cuyo nombre me reservo. Cuando terminaron los actos en la visita a Barcelona, el Papa y todo el sequito se trasladó al aeropuerto para despedirlo en su viaje de regreso a Roma. Y en efecto, el avión despegó del Prat, pero no fue a Roma, sino que aterrizo en el cercano aeródromo de Reus, porque el Papa quería hacer una visita privada de varios días al Monasterio de Benedictinos de Montserrat. Un helicóptero, ya previsto, lo trasladó a la Abadía, en donde pasó varios días conviviendo con los monjes. Quería compartir ese ambiente benedictino, del que el Papa es muy devoto.
            Esta noticia puede parecer de ciencia ficción, pero cuando te la cuenta uno de los testigos directos te la tienes que creer, porque no tiene ninguna razón para inventársela. La he contrastado con alguno de los miembros que trabajan en la Curia Vaticana, y se han limitado a decir que el miércoles siguiente el Papa estuvo en la audiencia habitual, pero nada dicen de su llegada a Roma.
 Esto no tiene de particular, aun que sí de insólito. También otros Jefes de Estado hacen sus visitas privadas al margen de las oficiales. Para España, y en especial para Cataluña, es un gran honor. Aunque la noticia desvelada no deja de ser sorprendente. Es un secreto del Papa muy bien guardado, aunque casi todo termina sabiéndose.
Este Papa, tan silencioso, hace lo que tiene que hacer sin ruidos y publicidad la mayoría de las veces. De puertas adentro del Vaticano se sigue trabajando en silencio velando por toda la Iglesia y el bien del mundo. El Reino de Dios actúa generalmente en el silencio de la oración y el trato personal con las almas.
Juan García Inza

No hay comentarios:

Publicar un comentario