Israel Zolli llegó a ser muy famoso porque, siendo el gran rabino de la sinagoga de Roma, recibió el bautismo católico el 13 de febrero de 1945[1]. Antes de su conversión, cuando entraba en casa de un amigo suyo católico, se quedó pensativo y exclamó, mirando un crucifijo: ¡Eso es un condenado! ¿Cómo podéis adorar a un condenado?
La perplejidad de Zolli no es nueva. En el Palatino (Roma), aún podemos visitar el grafito más antiguo que se conserva con una blasfemia contra Cristo crucificado. En el edificio llamado pedagogium había una sala para los pajes imperiales; en una pared del edificio hay un grafito que representa un crucifijo y delante de él una persona que, de rodillas, reza. Bajo la persona, está escrito en griego: Alexamenos adora a su Dios. El crucificado delante del cual reza Alexamenos tiene la cabeza de un asno. Tal era el desprecio del mundo antiguo por un Dios que se revela en la cruz.
Tiempo antes, ya san Pablo había sido consciente de la incomprensión de sus contemporáneos. A los de Corinto, escribe: «Los judíos exigen milagros, cosas extraordinarias; los griegos, sabiduría. Pero nosotros, los cristianos, predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, ignorancia para los paganos; pero para aquellos que creen, para aquellos que son llamados, judíos o griegos, predicamos a Cristo, potencia de Dios y sabiduría de Dios, porque la ignorancia de Dios es más sabia que lo más sabio de los hombres, y lo que haya de debilidad en Dios es más fuerte que los hombres» (1 Co 1, 22-25).
Hemos celebrado el 14 de septiembre la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz. Adoramos a un condenado, veneramos la cruz de Jesucristo, amamos la sabiduría y fortaleza de Dios. Porque en la cruz nos ha enseñado el amor más grande.
Fulgencio Espá
[1] cfr. A. Comastri, Dio è amore (Milano 20115) 144-150.
[1] cfr. A. Comastri, Dio è amore (Milano 20115) 144-150.
No hay comentarios:
Publicar un comentario