Mató a la vieja. No te destripo nada: es el comienzo de la novela. Raskolnikov, protagonista de Crimen y Castigo, asesinó fríamente a su inmisericorde arrendataria. Frecuentaba desde hacía algún tiempo esa vivienda casi infrahumana, pero no podía hacer frente a los pagos impuestos por la cruel señora. Perdió la razón: no podía más… y mató a la vieja.
Esta obra maestra de Dostoievski nos cuenta la lucha de un hombre y su conciencia. Vale la pena leerla. En el conjunto de peripecias sufridas por Raskolnikov, aparecen infinidad de personajes perfectamente descritos: su físico, su personalidad, la conciencia, los gustos… todo.
Unos coléricos, otros mansos; unos cuerdos, otros locamente perdidos… Leer esas páginas significa contemplar un magnífico desfile de tipos de personalidad y modelos de vida.
Por eso, leer ayuda tanto al lector a madurar y conocer cómo es el hombre: sus deseos, sus inquietudes, sus amores, sus decepciones. ¡Qué importante es dejar tiempo para la lectura en nuestra vida: novelas buenas, provechosas, que enseñan y hacen disfrutar como pocas cosas en la vida!
De entre esa pléyade de personajes, destaca Razumikin. Buen amigo del protagonista, brilla por su alegría y buen humor: siempre está contento. De él se dice que, aunque llueva o haya sequía, haga frío o calor espantoso, viva en un palacio o debajo de un puente… siempre estaba feliz.
Nada puede borrar la sonrisa de su boca: es una figura fundamental, tanto para levantar el humor de Raskolnikov, como para animar el corazón del lector, que más de una vez queda abatido ante la multitud de dramas que Dostoievski desarrolla.
Siempre estaba contento. Pídele a Dios que pueda ser este el sello de tu vida, la huella que dejes en las conciencias, el rastro de tu paso de hijo de Dios por las vidas de los hombres.
¿Qué tendrá este chico o esta chica para iluminar así? ¿Acaso no veis todos el brillar de su sonrisa?
Fulgencio Espá
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