Bernardo Moll grabó durante seis años a su hijo, con síndrome de Down, y el resultado es un precioso relato de lucha y superación.
Sacar adelante La historia de Jan no ha sido una tarea fácil. No se trata de una película con un gran presupuesto ni está protagonizada por actores conocidos. Sin embargo nos cuenta una aventura increíblemente tierna y humana que toca la fibra, que llega a lo más profundo del alma con un mensaje sencillo, un lenguaje claro y, lo más importante, está contada desde el amor infinito de unos padres a su hijo.
Cuando Bernardo Moll supo que iba a ser padre de un niño, no paró de pensar en las cosas bonitas que harían juntos, entre ellas jugar al fútbol. Él y su mujer, la actriz Mónica Vic, esperaban con ansiedad la llegada de Jan, el niño que iba a colmar de felicidad su hogar. A los seis meses de gestación, Bernardo empezó a grabar algunos momentos de la vida que se estaba formando en el interior del vientre de Mónica.
Los médicos les decían que todo iba bien, las ecografías no mostraban nada raro, pero de alguna forma la pareja intuía que algo pasaba con el bebé. El 4 de noviembre de 2009 llegó el gran día. Jan asomó su cabecita a este mundo y Bernardo y Mónica pudieron abrazar por fin a su pequeño. Tras la alegría inicial del feliz acontecimiento surgieron las preocupaciones. Jan no reaccionaba como el resto de recién nacidos. Mónica y Bernardo sabían que su hijo tenía síndrome de Down, pero el diagnóstico médico aún tardaría unos días en llegar.
Bernardo comenzó a escribir su blog La historia de Jan el 14 de diciembre de 2009, en un momento delicado en el que tanto él como su pareja sospechaban lo peor. Expresar en palabras todo lo que se les venía encima en esos instantes, una sensación envuelta entre la emoción y el dolor, le ayudó a desahogarse y compartir sus sentimientos. “Sentía un impulso vital, una fuerza que me empujaba a sacar mis miedos”, relata este padre coraje a La Vanguardia.
Desde entonces no ha dejado de alimentar ese diario explicando el día a día de la convivencia con su querido hijo, una experiencia única que le ha servido de válvula de escape y le ha proporcionado un gran número de seguidores que le han animado con sus comentarios. Esta película es el resultado de lo que escribió en el blog y de las grabaciones que le hizo a su hijo durante sus primeros seis años de vida.
El día 23 de diciembre se acabaron las hipótesis y las conjeturas y cayó como una losa la dura realidad. Dos días antes de Navidad salieron del hospital con el resultado del cariotipo: Jan tenía síndrome de Down. Paseando bajo la sombra del ambiente festivo de esas fechas, parecía que el mundo se desmoronase a sus pies y Bernardo solo tenía una pregunta que hacerle a su mujer: “¿crees que podré jugar al fútbol con mi hijo?” Mónica le respondió afirmativamente, con los ojos llorosos, siendo consciente del enorme esfuerzo que deberían llevar a cabo para que su hijo pudiera superar poco a poco todas las dificultades propias de su condición. Grabar su vida les ha servido de terapia para derrumbar los prejuicios contra este trastorno genético.
La historia de Jan recoge todo ese largo periplo de obstáculos a los que tuvieron que hacer frente: noches en vela, salidas a urgencias, visitas a terapeutas, acudir a la escuela especial... pero también los grandes esfuerzos de Jan para poder articular sus primeras palabras, gatear, coger los cubiertos o ponerse en pie por sí solo. Hazañas que observamos en la gran pantalla y que encogen nuestro corazón. Este documento no es solo un diario abierto de lo que significa ser padre de un niño con síndrome de Down, es una crónica auténtica de lo que implica ser padre con todas sus consecuencias.
La cámara de Moll jamás huye de los momentos duros, los muestra abiertamente, sin tapujos, con los sentimientos a flor de piel. Así, duele y emociona a la vez ver cómo Mónica se sincera exhibiendo toda su pena tratando de asimilar la condición de ese hijo que ansiaba perfecto y del que deberá estar pendiente toda su vida. Sus palabras transmiten una congoja que casi podemos sentir como propias.
Sin embargo, la pareja da la vuelta a la adversidad con la mejor de sus armas: el amor. Y ese amor puro y verdadero es lo que deciden ofrecer en cuerpo y alma a su Jan, mimándole con bellas palabras y abrazándole con todas sus fuerzas. “Yo nunca he tenido pudor de mostrar mis sentimientos delante de la cámara. A veces grababa a Mónica sin que ella se enterase y cuando vio la película acabada se quedó medio en shock, no quiso quitar nada”, recuerda Bernardo. Para este montador de cine la sensación que produce este documental en la gente es maravillosa. Y es que a través de hora y media de metraje el espectador es testigo de una historia de superación y aceptación narrada desde el optimismo, el sentido del humor y la ternura.
Para dar forma de filme a todas esas imágenes que había estado recopilando durante seis años, Bernardo recurrió a la financiación vía crowdfunding. “Hubo mucha gente involucrada en el proyecto desde el principio. Pedimos 30.000 euros y llegamos hasta los 34.000 en un plazo de 30 días. Luego entraron A Contracorriente films y Enrique Cerezo y gracias a ellos hemos podido terminar la película y estrenarla en cines”, explica.
Con su vídeo casero, Moll sirve al público sus pensamientos más íntimos, recuerda con orgullo a su padre fallecido, que tanto tiempo y cariño le dedicó y sueña con la posibilidad de que hubiese conocido a Jan. La cámara va haciendo un recorrido por los altibajos de la convivencia, transita por aquellos instantes en los que se resalta lo difícil que resulta educar a un niño con síndrome de Down, el miedo a que sea rechazado. Pero, sin duda, todo eso queda a un lado cuando vemos a ese pequeño mostrando la más amplia de sus sonrisas, rodeado del inmenso cariño de sus padres, abuelos, tíos, primos y amigos.
Como cualquier niño, Jan disfruta abriendo los regalos el día de Reyes, bañándose en el mar, aprendiendo cosas nuevas en el cole, bailando rap y, por supuesto, jugando con su padre al fútbol. Es un pequeño seductor de pelo rubio que encandila y se deja querer. “Jan es un niño con muchísima energía. Tiene una fuerza y un carisma brutal. Aunque esté enfermo siempre tiene una sonrisa en la boca, eso nos enseña mucho”, afirma el director de esta obra que ya ha sido bautizada como el ‘Boyhood español’. El cineasta Richard Linklater rodó su aclamado film durante doce años. “La similitud entre ambas películas radica en que han sido grabadas durante tantos años y se ve la evolución de una persona y una familia, pero la diferencia es que la nuestra es una historia real”, matiza entre risas.
“Este último verano Jan ha evolucionado un montón, cada vez sube mejor las escaleras, se maneja mejor a nivel motor, se comunica más y tiene más vocabulario”, continúa el orgulloso padre. “Estamos muy contentos. Las cosas van llegando, tardan en hacerlo como se ve en la película, pero aceptamos que si algo no llega no va a pasar nada. Todo lo que Jan nos está dando es lo más importante, porque es un niño feliz”.
Bernardo no puede disimular la dicha que le envuelve estos días. Está exultante porque su sueño era que este documental fuese una realidad y aterrizara por fin en las salas de cine. La cinta se estrenó en el festival de Málaga y desde entonces Jan ya la ha visto unas cuantas veces. “Es fan de sí mismo. Para él es un juego, lo vive con mucha emoción y le encanta verse en pantalla”, comenta. Está claro que nuestro pequeño protagonista ha nacido con una cámara al lado y el cine forma parte de su vida.
Este 4 de noviembre soplará siete velas y lo celebrará de una manera muy especial. “Iremos a los cines Verdi Bravo Murillo de Madrid, donde se estrena la película, y a la sesión de las 18.00h la veremos con toda la gente que venga al cine. !Qué bonita casualidad que se estrene su historia justo el día de su cumpleaños!”, exclama Bernardo. Pues sí, una hermosa coincidencia.
¡Felicidades, Jan! ¡Felicidades, campeón!
Astrid Meseguer, en lavanguardia.com.
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