Un auténtico «clan» que ha hecho de la farmacia algo más que un medio de vida. Hay profesiones que se transfieren de padres a hijos. Como si lo llevaran en el código genético, algunas familias crean largas sagas en una misma profesión. Es el caso de este clan. Los farmacéuticos Jesús García y Lucía Monescillo se conocieron estudiando la carrera, ya en el último curso. Se casaron y con el tiempo tuvieron cada uno su propia farmacia, las dos en la calle Reina Victoria de Madrid.
También tuvieron cuatro hijas, todas ellas dedicadas a la rama sanitaria. Tres farmacéuticas y una médica. Lucía, la matriarca de esta saga, cuenta que es una profesión en la que ella, en principio, no pensó. Quería hacer químicas pero su padre, «por decreto ley», le obligó a estudiar para boticaria. Afirma que «no se arrepiente de nada». Su trabajo le ha dado muchísimas satisfacciones.
Ahora, ya jubilada, se sigue pasando por la que era su farmacia y echa una mano en lo que puede a sus hijas. Jesús, sin embargo, cuenta con socarronería, que él empezó la carrera porque tenía una hermana que ya la había hecho «y así aprovechaba los apuntes». Para él, este trabajo ha sido una fuente de satisfacciones: «me ha permitido vivir y tener cuatro hijas maravillosas que también se han inclinado por esta profesión».
La hija mayor, Charo, es médico, pero la segunda, que se llama Lucía, como su madre, siempre supo que sería farmacéutica. Cuando llegó el momento de elegir no tuvo ninguna duda. Nunca le atrajeron las otras ramas de la carrera. La atención al público, la dinámica del trabajo... ahí estaba su verdadera vocación. Como sus padres, se casó con un compañero de carrera, Jorge, que acaba de hacerse con su propia farmacia. Tienen dos hijas y una de ellas, Lucía (como su madre y su abuela), tiene clarísimo también lo que va a ser de mayor.
Será, con el tiempo, la tercera generación de una auténtica saga profesional.Carmen es la pequeña y fue la penúltima que se licenció. Su idea inicial no era estudiar esta carrera, pero al final le picó el gusto por este trabajo. El tiempo pasado en la farmacia ayudó un poco. No sólo venía algunas tardes a hacerlos deberes, al igual que en la mítica serie «Farmacia de Guardia», también ha pasado muchas Nochebuenas y Nocheviejas en la rebotica con toda la familia. Paz es la «oveja negra» de la familia que luego «entró en vereda».
Hizo periodismo y llegó a trabajar en el ramo, pero en un momento dado decidió estudiar la carrera familiar (llegó a tener a sus hijas mientras estudiaba) y finalmente se hizo cargo de la farmacia de su madre.Lucía (hija) responde a las posibles críticas que se hacen a veces a los boticarios y a la gente que piensa que son simples «dependientes de medicinas». «Los farmacéuticos damos un importante servicio sanitario —y añade— quitamos mucho trabajo a los médicos». Recuerda que «las personas mayores se apoyan mucho en nosotros, ya que a veces salen de la consulta sin haberse enterado de lo que tienen que tomar y cómo tienen que hacerlo». Concluye afirmando categóricamente: «sencillamente, ayudamos».
En la foto: Jorge González, el yerno Un farmacéutico más en una familia que ya andaba sobrada. Lucía Monescillo, la madre Una matriarca entregada a su familia y la botica. Paz García, 3ª hija La de vocación tardía. Antes estudió periodismo y llegó a ejercer. Jesús García, el padre Estudió por comodidad y trabajó con verdadera vocación y entrega. Lucía García, 2ª hija Nunca quiso ser otra cosa. Lleva la profesión en el código genético. Carmen García, 4ª hija Después de toda la vida en una farmacia no tuvo más remedio que dedicarse a ella
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