Un joven matrimonio vino a Torreciudad como último recurso para evitar su divorcio. Esta fue su experiencia.
A primera hora de la tarde vi a una joven pareja con cara de pocos amigos mirando la imagen de la Virgen de Torreciudad que tenemos en la explanada, junto al altar al aire libre.
Yo iba con algo de prisa, pero como estaban en mi camino, algo me empujó a preguntarles: "¿Qué tal?". Por el tono y la expresión, enseguida percibieron que no era una fórmula de simple cortesía. "Muy mal", respondió él. "Vamos a divorciarnos, y hemos venido aquí como último recurso, a ver si la Virgen arregla nuestro matrimonio. Porque esta es nuestra última oportunidad."
No era tema para hablar en público, desde luego, pero no quisieron aceptar una conversación en otro lugar. Así que sólo pude animarles a que asistieran al rezo del rosario y a la exposición y bendición solemne con el Santísimo que yo iba a celebrar al poco rato en el santuario. Él no sabía lo que era, ella recordó lo que le explicaron de pequeña en el colegio, un centro educativo atendido por monjas.
El caso es que dijeron que sí, que entraban.
Durante el acto de culto les puse a los pies del Señor y de la Virgen, y al terminar salí al atrio para saludar a varias personas conocidas. En ese momento, los vi esperándome con los ojos humedecidos por las lágrimas. "¿Qué ha ocurrido?", pregunté. "Esto se ha arreglado -dijo ella-, a mitad del rezo del rosario, nos hemos mirado a los ojos y nos hemos cogido de la mano.
No han hecho falta palabras, en ese momento, los dos sabíamos que todo se había arreglado, que la Virgen lo había hecho, que nuestro matrimonio estaba salvado". "Y una señora -apuntó él- nos ha dicho que mañana también hay rosario y bendición, así que hemos decidido quedarnos a hacer noche por aquí cerca para poder asistir también mañana". Es difícil describir cómo era la expresión de nuestros tres rostros, aunque estoy convencido de que la mayor sonrisa en ese momento se encontraba en el Cielo.
Torreciudad
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