Me miro al espejo, me noto y sé que aún vivo, que no estoy entre los
muertos; parece mentira que sea el mismo aquel que tú conociste…
Además me estoy volviendo olvidadizo, y también más confundido.
Pues, a veces, no puedo recordar, cuando estoy al pié de la escalera,
si tengo que subir a por algo, o si acabo de bajar. Y en ocasiones,
frente a la nevera, mi pobre mente se llena de dudas, ¿acabo de guardar
alguna comida, o vine para sacar algo?
Y otras veces, cuando afuera está todo oscuro y tengo mi gorro de
dormir en la cabeza, no estoy seguro si me estoy por retirar, o si me
acabo de levantar.
De modo que, si te hablo y te repito las cosas que te he repetido otras
veces, no hay necesidad de que te molestes, puede ser que crea que ya
te he contado esto antes también, y que no quiera aburrirte repitiendo.
Pero recuerda que te quiero, y que desearía que estuvieras siempre aquí
conmigo; aunque sé que tienes tu vida en otro lugar para vivirla; pero
ahora, ya es hora de irme a dormir de modo que te digo, ¡Adiós querida!
Y allí estaba yo frente al espejo, con la cara muy colorada, pues en
vez de decirte lo que quería lo había acabado de poner en el
congelador.
Me estoy acostumbrando a mi artritis, Con mis muelas postizas me
resigno, es Luisitito quien me recuerda ahora las pastillas, Y puedo
manejarme con mis bifocales, pero ¡cuanto extraño mi mente!
anecdonet.com
Juan Ramón Domínguez Palacioshttp://anecdotasypoesias.blogspot.com.es
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