Un hijo de Almudévar regresó nada más ser ordenado sacerdote a su pueblo con la ilusión de dar en su lugar natal su primer sermón.
El domingo, toda la villa acudió a la misa con gran expectación.
Por fin, llegó el momento del sermón y el recién ordenado cura tomó la palabra: -San Pedro dice… dijo…
Se interrumpió y volvió a empezar:
-San Pedro dijo… dice…
Volvió a interrumpirse se nuevo, carraspeó un poco y volvió a comenzar la frase. Pero se volvió a interrumpir, y así sucedió varias veces, hasta que de un banco de por en medio de la Iglesia se oyó una voz:
-Bueno… ¿pero qué dijo San Pedro?
Inmediatamente, del banco de la primera fila se levantó la madre del joven y dijo con enfado:
-¡Hijo, no se lo digas!. El que lo quiera saber, que haga como tú y se vaya a estudiar a Zaragoza.
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