En una ocasión un hombre muy rico alardeó ante el rabino Dov-Ver de Mezeritch de la vida austera que llevaba. Tras escucharle durante un tiempo, el rabino le interrumpió.
-¿Qué comes?
-Apenas un poco de pan duro y algo de agua.
-Eso está muy mal -dijo con severidad el rabino-. Te ordeno que comas pasteles y bebas vino.
Su interlocutor, confundido, no podía dar crédito a lo que oía. Finalmente se atrevíó a preguntar:
-Pero, ¿por qué?
-Pero, ¿por qué?
-Si tú, siendo rico, te conformas con tan poco, se endurecerá tu corazón y acabarás creyendo que los pobres se alimentan de piedras. En cambio, si sigues mi consejo recordarás que al menos debes darles pan.
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Juan Ramón Domínguez Palacios
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