Un dia de lluvia, poco despues de volver a salir el sol, un coche conducido por un padre con sus tres o cuatro hijos (de 6 a 12 años), pasa por encima de un charco que esta al lado de la acera; con tan mala suerte que en ese momento transita por ella un senor de unos 60 anos (con chaqueta y corbata).
¡El salpicón es mayúsculo!. Y el susto del transeúnte no se queda corto.
Un observador piensa que es el momento en el que el coche pondrá pies en polvorosa y, aunque preocupados, saldrán las carcajadas nerviosas y sorprendidas de los ocupantes.
Pero… sorpresa. El coche para al lado del duchado, el conductor se disculpa y le pregunta si necesita algo.
Pero… sorpresa. El coche para al lado del duchado, el conductor se disculpa y le pregunta si necesita algo.
El señor, también sorprendido por este gesto inusual, se ve desarmado y se calma.
– No, no se preocupe (cara un poco molesta, pero menos).
El coche sigue su marcha.
La lección ha sido dada: Los chavales han aprendido a dar la cara y disculparse si hace falta.
¿Qué habrían aprendido en caso contrario?
Juan Antonio Arizcun, Murcia
anecdonet.com
Juan Ramón Domínguez Palacios
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