Se cuenta en la vida de San Antonio Abad que Dios le hizo ver el mundo sembrado de los lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer a los hombres. El santo, después de esta visión, quedó lleno de espanto, y preguntó: «Señor, ¿quién podrá escapar de tantos lazos?».
Y oyó una voz que le contestaba: «Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la gracia necesaria, mientras los soberbios van cayendo en todas las trampas que el demonio les tiende; mas a las personas humildes el demonio no se atreve a atacarlas».
Nosotros, si queremos seguir a Jesús, hemos de desear y pedirle con insistencia la virtud de la humildad. Nos ayudará a desearla de verdad el tener siempre presente que el pecado capital opuesto, la soberbia, es lo más contrario a la vocación cristiana que hemos recibido del Señor, lo que más daño hace a la vida familiar, a la amistad, lo que más se opone a la verdadera felicidad... Es el principal apoyo con que cuenta el demonio en nuestra alma para intentar destruir la obra que el Espíritu Santo trata incesantemente de edificar en nuestros corazones.
Francisco F. Carvajal
Muy cierto. Los santos siempre han insistido: HUMILDAD, HUMILDAD, HUMILDAD. Y fruto de ella, CARIDAD. AMOR EN CRISTO. ESPIRITU SANTO LIBRE EN NUESTRAS VIDAS MOLDEANDONOS, CAMBIANDONOS, LLEVANDONOS.
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