La historia de los Juegos Olímpicos está llena de hazañas pero quizá una de las
más emblemáticas haya sido la de un atleta checoeslovaco, Emil Zatopek,
quien participó como corredor de fondo en las ediciones de Londres 1948
y Helsinki 1952.
Este hombre, nacido en 1922, desarrollo desde niño el gusto por
correr. Sin embargo, la maldita necesidad lo obligó a trabajar en una
fábrica de calzado para ayudar a la subsistencia familiar. Al entrar en
la edad adulta, prefirió enlistarse en el ejército y ahí pudo dar rienda
suelta a su pasión.
Sus distancias favoritas eran los 5 mil y la extenuante prueba de 10
mil metros y para la competencia londinense, se apuntó en ambas
categorías.
En aquellos tiempos solo se podían ver las imágenes en el formato de
cine y obvio, varios días después de las competencias y de esa manera,
el mundo pudo ver lo que solo algunos cientos presenciaron en el
estadio: Un desgarbado hombre, garrudo y peloncito, que devoraba metros
avasallando rivales.
En los 5 mil quedó en segundo lugar y eso le generó tal frustración,
que se prometió una revancha. Los 10 mil fueron suyos y se colgó la
medalla de oro.
Cuatro años más tarde, en territorio finlandés, Emil escribiría su
nombre en el libro de records al arrasar en las tres pruebas que
compitió.
En sus distancias favoritas, 5 y 10 mil metros, dejó bien atrás a los
otros competidores y mejoró lo hecho en Londres al trepar a lo más alto
del podio, pero le tenía reservada una sorpresa a todos: Opto por
inscribirse también en la agotadora prueba del maratón.
Helsinki toda fue testigo de la proeza. Zatopek impuso desde el
principio de los más de 42 kilómetros un ritmo enloquecedor. Cuando
ingresó al estadio el respetable no podía creer que mantuviera el paso
tras la increíble distancia recorrida.
El checo lo ganó todo y se convirtió en héroe nacional. Queda como
legado la siguiente frase: “Si quieres correr, corre una milla; si
quieres cambiar tu vida, corre un maratón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario