Sirve de ejemplo de lo que el ser humano es capaz de hacer como se «ponga cabezón» y decida llevar a cabo algo cueste lo que cueste.
El faraón Keops, en su afán de burlarse del tiempo y edificar para la eternidad, ha levantado la pirámide más grande de Egipto. Costó veintitrés años de duro trabajo a miles y miles de sus súbditos. Para hacerse una idea de la magnitud de la empresa, ahí van unos cuantos datos. Tiene la altura de un rascacielos: ciento cuarenta y seis metros.
Hubo que transportar dos millones quinientos mil enormes bloques de piedra, algunos de los cuales llegaban a pesar ciento cincuenta toneladas. Claro que eso impresiona más cuando se entera uno de que las canteras podían estar a cientos de kilómetros de distancia. En concreto, la de granito estaba en Assuan, que «sólo» dista ochenta kilómetros del lugar de emplazamiento de la obra.
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