Nos la ha descrito Arístides Briand, varias veces primer ministro de Francia. En una tienda -dijo- entra un loco con un garrote en la mano; la emprende a bastonazo limpio con jarros, vasos y platos, y lo reduce todo a pedazos.
La gente se detiene, acude de todas partes, admira la proeza. Poco tiempo después entra en la tienda un viejecito con un bote de goma bajo el brazo; se quita el gabán, se pone los lentes, y con una paciencia de cartujo, comienza -en medio de aquel destrozo- a reparar los vasos rotos. ¡Tened por seguro que ninguno de los transeúntes se detendrá a mirarlo!
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