Es sabido que Alejandro Magno no acostumbraba a guardar nada atesorado. En una visita que le hizo un adivino -según se cuenta-, éste le preguntó dónde guardaba sus tesoros.
-¿Para qué lo quieres saber?
-Es que de tus tesoros depende mi oráculo.
Alejandro mandó llamar a sus generales, a quienes consideraba sus mejores amigos, y señalándolos dijo:
-¡Esos son mis tesoros!
J. Eugui
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