viernes, 30 de diciembre de 2011

En “Las tortas zass” trato de encontrar a Dios

Al preparar los alimentos que vende en su negocio, Doña Julia Ortigosa (México, D.F.) trata de consentir el paladar de sus clientes y de encontrar a Dios en su quehacer diario.





Opus Dei - Doña Julia Ortigosa.
Doña Julia Ortigosa.

   "Las Tortazas" se llama mi lonchería porque procuro que las tortas y toda la comida que vendo -consomé, sopa, guisado y frijoles- esté bien servida y sea muy sabrosa.

    Desde joven empecé a ayudar a mi marido con los gastos de la familia trabajando fuera de la casa, luego él puso una miscelánea y me animó a que lo apoyara con el servicio de lonchería en un local adjunto. Así nos ayudamos porque él ofrece a mis clientes botanas, refrescos y dulces para que complementen su comida.

    Juan, el menor de mis hijos, nos echa una mano con los dos negocios, ya que a veces mi esposo no puede venir porque, como es diabético, tiene que ir a que le hagan análisis o lo revisen si se siente muy cansado. Yo también me canso, pero le pido a Dios que me dé la fortaleza necesaria para seguir en el camino que Él me ha puesto.

Gracias a Dios, por esta esquina pasa mucha gente y se detienen los carros a comprar cigarros o alguna bebida refrescante.

Algunos, cuando huelen lo que estoy preparando se deciden a comerse una torta o hasta a consumir el menú completo. Otros son clientes fijos que trabajan por aquí y como no tienen suficiente tiempo para ir a comer a su casa, vienen porque mi comida es muy casera y les gusta mucho.

De san Josemaría aprendí que Dios valora mi trabajo y eso me anima a hacerlo mejor. Desde que abro el negocio a las 10 de la mañana, hasta que lo cierro a las 7 de la tarde, voy ofreciendo todo por amor a Dios: trato de ser amable; paciente con los clientes y con mi familia; vivir la alegría en los momentos en que hay dificultades. Le suelo pedir a la Virgen que me ayude para que todo salga bien y que se lo haga llegar a Dios y … ¡funciona!

¡Estoy encantada! Quiero mucho a la Obra y a su Fundador porque me han ayudado a mí y a mi familia.
Conocí el espíritu del Opus Dei hace 17 años cuando mi amiga Margarita me invitó a tomar clases de Catecismo. Pensé: si me invitara a una fiesta iría rápido, pero tratándose de éso… Fui nomás para que no se sintiera despreciada, pero la clase me gustó tanto que seguí yendo mucho tiempo; conocí a la Virgen, aprendí a rezar el Rosario y muchas cosas más, porque yo era católica de siempre, pero no practicaba.

Luego me invitaron a Jaral, un centro del Opus Dei –aquí en la Ciudad de México– y hace ocho años pedí la admisión al Opus Dei. Sigo recibiendo formación religiosa y recibo dirección espiritual.  Muy cerquita de la lonchería está Nayar, otra casa de la Obra a la que voy a visitar al Santísimo y a hacer un rato de oración.

Dña. Julia procura visitar diariamente al Santísimo y hacer un rato de oración.
Aunque el negocio no se presta mucho para hacer amistades permanentes, a los comensales trato de hablarles de Dios, de darles algún consejo, les regalo una estampa de san Josemaría para que se encomienden a Dios a través de él, y les platico la dicha que tuve de haber ido a Roma a su canonización y que me acompañara mi marido. Aquello fue un milagro, no teníamos dinero y de pronto se arreglaron las cosas y pudimos ir.

Desde entonces él entiende mejor y respeta mi vocación y ya es miembro activo de nuestra Parroquia: se convirtió completamente. Ahora pido por mis cuatro hijos y cinco nietos para que sean personas de bien, sigan la ley de Dios y se acerquen a los Sacramentos.

OPUSDEI.ORG


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