A la entrada de la cocina estaban echados los perros. Juan mató un ternero y echó las vísceras al patio. Los perros las cogieron, se las comieron y dijeron:
-Es un buen cocinero, guisa muy bien.
Poco tiempo después Juan pelaba los guisantes y las cebollas, y arrojó las mondaduras al patio. Los perros se arrojaron sobre ellas, pero torciendo el hocico hacia el otro lado dijeron:
-El cocinero se ha echado a perder, ya no vale nada.
Sin embargo, Juan no se conmovió lo más mínimo por este juicio y dijo:
-Es el amo quien tiene que comer y apreciar mis comidas, no los perros. Me basta con ser apreciado por mi amo.
A. Luciani, Ilustrísimos señores
Poco tiempo después Juan pelaba los guisantes y las cebollas, y arrojó las mondaduras al patio. Los perros se arrojaron sobre ellas, pero torciendo el hocico hacia el otro lado dijeron:
-El cocinero se ha echado a perder, ya no vale nada.
Sin embargo, Juan no se conmovió lo más mínimo por este juicio y dijo:
-Es el amo quien tiene que comer y apreciar mis comidas, no los perros. Me basta con ser apreciado por mi amo.
A. Luciani, Ilustrísimos señores
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