He vuelto a oír a un tertuliano de la madrugada que “las palabras no matan; las balas, sí”.
Te equivocas, amigo: el odio, que es quien carga las pistolas, se alimenta de palabras. El insulto, la descalificación sistemática, la difamación y la calumnia, son el comienzo. Las balas llegan luego como lógica consecuencia.
En la clase política, el odio parece ser lo políticamente correcto. Se diría que nadie puede ser de izquierdas sin odiar a la derecha. Y al contrario.
El miércoles pasado vi parte del debate que tuvo lugar en el Parlamento. Estaba con un colega, un párroco joven del centro, y mientras charlábamos teníamos la televisión encendida sin sonido. No nos hacía falta.
─¿Has visto qué caras? ─me preguntó mi amigo─.
─Parecen enfadados…
─No ─me respondió─; es odio. Hay algo diabólico en todo esto.
─No sé. A lo mejor si alguien les hiciera cosquillas…
Enrique Monasterio
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