sábado, 20 de febrero de 2010
Sonetos al atardecer
Sonetos al atardecer, Félix-Antonio García DíezEndymion. Madrid (2002), 79 págs.
En la presentación del libro, Carlos Murciano llama a este poeta leonés, cuya obra se ha comenzado a publicar tardíamente, “Artesano del endecasílabo” . Su último poemario da fe tanto de su maestría desde un punto de vista formal como de la madurez y hondura de sus versos, en un crescendo en las tres partes en que se agrupan los sonetos: Al hilo de la vida, Al hilo del amor, Al hilo de la fe. Libro para el sosiego, para el enriquecimiento, desde una mirada serena ante la dicha y ante el dolor, porque trasciende de las claroscuridades cotidianas a la belleza que éstas nos revelan, al misterio que guardan. Sirvan como muestra estos dos sonetos:
ALTA MAREA
En el árbol que mece mi locura
–aroma fiel y cegadora llama–
en cada nueva hoja, en cada rama,
hay un recuerdo tuyo, una ternura.
En la lluvia, en el aire, en la luz pura
donde un último impulso me reclama
allí tu sombra ardiente se derrama
como una fulgurante quemadura.
Es sólo una palabra evanescente
entre el fragor herido de las olas
cuando ya se retira la marea.
Es la luz de la tarde, omnipresente,
y un inmenso latir de caracolas
sobre la alta marea de tu frente.
EUCARISTÍA
Hostia de pan candeal, blanca clausura,
beso de paz en amorosa espera,
donde Dios ha clavado la bandera
de sus ojos de carne. Veladura
de la mística espiga, que apresura
su ofrenda de milagros en la era
de nuestro corazón sin primavera.
¡Dios, qué parva de amor, qué trilladura!
Hostia de fuego y luz, sacro delirio,
crisol de nuestra carne, donde el lirio
comulga con las níveas azucenas.
Eucaristía en flores consagradas,
blanco pastor de espigas inmoladas,
primavera de Dios por nuestras venas.
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