En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. A donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de Santa María, convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a los cristianos. Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo.
El 7 de octubre de 1571, se encontraron los dos ejércitos en el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88,000 soldados. Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios. Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario. Al principio la batalla fue desfavorable para los cristianos, pues el viento era contrario, y detenía sus barcos de vela. Luego - de manera admirable - el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces los soldados dieron una carga tremenda y derrotaron por completo a sus adversarios.
Mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles, recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario. En agradecimiento por tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.
EWTN
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