Hace
apenas 3 semanas, en el descanso de la ‘Superbowl’, un anuncio de
‘Jeep’ conmovió profundamente a medio Estados Unidos y fue elegido como
uno de los mejores del año.
La
narración va "in crescendo". Lo primero que vemos es una pantalla
oscura y unas palabras fuertes, como gritos silenciosos: «We Wait. We
Hope. We Pray» («Nosotros esperamos, anhelamos, rezamos… hasta que
vuelvas a casa»). Pronto descubrimos que es un homenaje a las tropas que vuelven tras una misión humanitaria, una carta abierta a los hombres y mujeres que han cumplido una tarea costosa en cualquier parte del globo.
La banda sonora llena por completo la escena, y comienza la narración de Oprah Winfrey, la conocida presentadora de TV: «Habrá una silla vacía, una luz encendida, tu cena preferida esperándote…». Porque, mientras estabas allí, alguien mantenía viva la llama del recuerdo: «En tu hogar, en tu entorno, en nuestros corazones, te hemos echado de menos…».
Sin embargo, el anuncio no nos muestra a los soldados, trabajando esforzadamente en algún lugar inhóspito. En su lugar, vemos a sus hermanos −abatidos− recordándoles en la escuela; a sus madres −doloridas− extrañando su presencia; a sus maridos o a sus esposas −afligidos por el recuerdo− sacando adelante la familia.
El anuncio nos habla de muchas cosas: del deber cumplido en circunstancias difíciles, del trabajo realizado en servicio a los demás, de la recompensa interior tras superar una dura prueba y de la felicidad desbordante cuando se vuelve a casa. Pero, más aún, nos habla de las personas que nos quieren cuando pasamos por momentos de incertidumbre.
Con demasiada frecuencia, al pensar en las guerras y en las misiones de paz pensamos que son algo que les afecta a “ellos”,
a los soldados (o a los voluntarios, a los miembros de una ONG o de una
labor misional o religiosa). Y, con independencia de lo que pensemos
sobre la vida militar, nos olvidamos de lo que experimentan quienes les vieron partir: un dolor lacerante por la ausencia, un temor irreprimible por lo que pueda suceder. Y ese recuerdo constante, angustioso, que se clava en el alma y que lleva a sufrir, a llorar, a rezar…
Por eso, este anuncio
puede ser visto como un homenaje a las tropas que regresan a casa, y es
verdad que lo es. Pero, para mí, es sobre todo un homenaje a quienes supieron llevar esa angustiosa separación y se esforzaron por seguir adelante. El heroísmo de lo cotidiano, que tantas veces resulta más arduo y difícil que el otro.
Alfonso Méndiz
alfonsomendiz.blogspot.com / Almudí
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