Había un hombre vestido como Francisco, descalzo como Francisco, humilde y paciente bajo la lluvia como Francisco, estos días en la Plaza de san Pedro. Se llama Massimo Coppo, es italiano,
tiene 64 años. Vestía un hábito franciscano de yute, llevaba bastón, un
bolso al hombro, y en la Plaza de San Pedro rezaba descalzo y de
rodillas bajo la lluvia y el frío.
Vino caminando desde Asís, a 180 kilómetros, y aunque no parece que caminara descalzo toda esa ruta, sí tenía los pies hinchados. Rezó y rezó.
Explicó a los periodistas que quería "un nuevo pontífice para los pobres y que se acerque a ellos, que hable de la eternidad, del infierno y del retorno de Cristo".
Massimo no es San Francisco, pero sin duda San Francisco puede estar satisfecho de haber sido bien representado.
RELIGIÓN EN LIBERTAD
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