En una revista de ámbito nacional apareció -dentro de la sección de cartas de los lectores- la siguiente misiva de una hija a sus padres. El motivo de esas líneas era la celebración de] cuarenta aniversario de matrimonio:
«Gracias, padres, por lo generosos que habéis sido al tener tantos hijos: dieciséis. Gracias por la educación que hemos recibido y que nos habéis dado: enseñándonos, ya desde pequeños, a querer a los demás, a sacri icarnos por los demás; a no quejarnos; a llenar nuestro tiempo con un horario y un orden. Gracias por la alegría y cariño que habéis derrochado. Gracias porque nunca hemos sido testigos de una riña vuestra. Gracias por la formación moral y religiosa; sin ella, ahora, yo misma no sería capaz de afrontar grandes problemas.
¡Ojalá que a mis hijos les quedara algo de esto! Gracias por haberme dado una gran fe y confianza en el Señor y en su Madre Santa María. En verdad que tenemos problemas y penas, pero también es verdad que somos muchos para llevarlas y el peso queda repartido. Desde estas líneas quiero rendiros homenaje público, ya que nunca habéis aceptado ningún premio a costa nuestra. Dios os premiará en la otra Vida. Y un fuerte abrazo de una de vuestras hijas que no pudo estar presente en vuestro aniversario».
(Cfr. 1. Segarra, El pan de cada día)
No hay comentarios:
Publicar un comentario