Se ha dicho con bastante razón que la televisión es un curioso "intruso" en el hogar, que sabe de todo, pontifica sobre todo, es el único que habla, impone silencio general, trastoca los horarios, tiraniza... y un largo etcétera de inconvenientes.
Supongo que Martín Descalzo (Razones para vivir) ha elaborado una anécdota con estos ingredientes cuando narra lo siguiente: "La profesora ha puesto a los niños un ejercicio en el que pide que expliquen qué animal o qué cosa les gustaría ser y por qué. Un chavalillo de ocho años ha respondido que a él le gustaría ser un televisor. ¿Por qué? Porque así sus padres le mirarían más, le cuidarían mejor, le escucharían con mayor atención, mandarían que los demás callasen cuando él estuviera hablando y no le enviarían a la cama a medio juego, lo mismo que ellos nunca se acuestan a media película".
J. EUGUI
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