Ejerciendo el cargo de presidente de la Audiencia de Madrid el que fue luego magistrado del Supremo, señor Aldecoa, se ventilaba ante el tribunal al frente del cual se hallaba un pleito de bastante importancia en el que intervenían dos labradores castellanos.
Uno de ellos, que tenía el pleito poco menos que perdido, visitó a don Juan Díaz Caneja, abogado suyo, quien le comunicó las impresiones más pesimistas.
-¿Y si le hiciera un regalo al presidente de la Audiencia? - preguntó el cliente.
-No diga usted disparates. El señor Aldecoa le metería en la cárcel si lo intenta.
Pasaron varios días y el pleito fue fallado en favor del representado del señor Díaz Caneja.
-¿Lo ve usted? -le decía a éste el labrador-. Gracias al regalo que le hice al señor Aldecoa.
-Eso no es posible, no lo creo.
-Pero ¿no se ha enterado?
-¿Qué?
-Que le envié un buen regalo..., pero con la tarjeta de mi contrario. Creo que van a procesarlo, después de devolverle el regalo...
Admirable y censurable la sagacidad del labriego. Procuremos actuar siempre con rectitud de intención sin olvidar que el fin de nuestras acciones no justifica nunca los medios que utilicemos para conseguirlos.
Excelente anécdota. Padre, siga adelante, su blog es fenomenal.
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