En el año 2011, la prestigiosa revista Forbes publicó un artículo con los resultados de un cuidadoso estudio. Según diversos criterios, se evaluaba el nivel de satisfacción que dan las distintas profesiones, y se señalaban las diez en las que la gente está más feliz y las diez en que está más infeliz.
Los resultados fueron absolutamente imprevisibles. Puesto número uno: la profesión más satisfactoria, ser clérigo. Muchos se sorprendieron por este dato... otros, no tanto. A continuación se hallan los bomberos, y completan la lista los maestros de educación especial, escritores, artistas, profesores... Empleos de renta baja y de mucho trato personal.
En contraste, las profesiones más odiadas del planeta son altamente remuneradas. No las voy a detallar, no vaya ser que ese sea tu trabajo y se quebrante en algo tu buen ánimo...
El autor del artículo se preguntaba la razón escondida de estas diferencias. Evidentemente, el dinero no es la causa de la felicidad: si el estudio demuestra algo, es justamente lo contrario. Lo que acomuna a las profesiones más altamente satisfactorias es la dedicación (directa) a los demás, el cuidado de los otros.
Detengámonos un momento en silencio a considerarlo: nada más atractivo que vivir para los demás. Forbes –que no es precisamente una revista de espiritualidad– lo sugiere. Cristo lo dijo explícitamente hace veinte siglos. Quien viva para encontrarse a sí mismo se perderá, y quien trabaje y se divierta y exista para Dios y para los demás se encontrará. No es extraño. En una entrevista, san Josemaría afirmaba: «¿Para qué estamos en el mundo? Para amar a Dios, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma, y para extender ese amor a todas las criaturas». A veces lo damos por supuesto, y por eso este santo añade enseguida: «¿O es que esto parece poco?»[4]. No, no es poco. Lo que da sentido a la vida es el amor, y, como escribió Benedicto XVI en su primera encíclica, «el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro»[1].
Vivir para los demás, preocuparse y ocuparse de los demás: esta es la única tarea que verdaderamente merece la pena. Fue así siempre, y es así ahora. No parece que vaya a cambiar.
[1] Benedicto XVI, Deus Caritas est, 6.
[1] Benedicto XVI, Deus Caritas est, 6.
Fulgencio Espá, Con El, agosto 2013
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