El Papa Francisco ha mantenido la tradición de comer con 12 jóvenes de todo el mundo durante la JMJ. Lo hizo el viernes, en el palacio arzobispal de Río de Janeiro. Uno de los afortunados comensales fue Luis Edmundo, de Zacatecas (México), que ha estado colaborando desde hace meses con la JMJ como voluntario internacional.
Luis Edmundo cuenta, para Alfa y Omega, que «comer con el Papa Francisco ha supuesto una emoción que no puedo contener. Ya me habían dicho que era una persona sencilla, pero su sola presencia te deja sin poder hablar». De hecho, reconoce que, al principio, los doce jóvenes estaban en silencio: «Fue difícil comenzar a cruzar palabras con él, pues de nuestras bocas no salía nada».
Así que fue el propio Pontífice quien rompió la frialdad: «El Papa nos preguntó que de dónde éramos, y qué hacíamos dentro de la Iglesia, para romper el hielo. Es una persona muy cercana, como un abuelo que te da un consejo. En la conversación, hablamos de nosotros, de cómo fue su trabajo con jóvenes a lo largo de su vida, y de esta sociedad no humanista en la que vivimos». Y concluye con una anécdota que resume esa cercanía y comprensión del Papa: «Al despedirnos, le llamé Papa Pancho, a lo que él contesto, con buen humor, que sabe que en Méjico no existe el nombre de Francisco, sino el de Pancho. Me quedo con su cariño y con su abrazo».
alfayomega
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