«Tuvo lugar durante la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. No es fácil olvidar la vigilia de oración con los jóvenes en Cuatro Vientos y el tremendo temporal que se formó, empapando literalmente a todos los presentes y obligando a cancelar buena parte del acto. La organización del evento había llevado más de un año de trabajo.
Se habían traído jóvenes de los cinco continentes para que dieran un testimonio que sirviera a todos los presentes; ellos mismos formularon unas muy cuidadas preguntas, que tocaban las principales preocupaciones de los jóvenes; el Santo Padre había preparado cuidadosamente las respuestas, de modo tan penetrante como significativo.
Y cuando todo estaba listo y más de un millón de jóvenes estaban dispuestos a escucharle... se desata la tormenta y hay que anularlo todo. ¿Un fracaso? Al Papa no se lo debía parecer: en pleno diluvio, bajo los paraguas, sonreía, ¡se estaba riendo! Por supuesto, es una buena muestra de su buen humor... pero no solamente. En mi opinión, Benedicto XVI sonreía por una razón tan sencilla como profunda: porque, para un hombre de fe, es claro que ni el testimonio creíble ni las elocuentes palabras van a llegar por sí mismas al corazón de los jóvenes. El único que puede introducirlas ahí es el Espíritu de Dios, y Este, ya se sabe, “sopla donde quiere” (Jn 3, 8).
El Espíritu Santo que conduce a la cima del Amor de Dios pone su fundamento, siempre, en el esfuerzo humano: porque no gusta de violentar la naturaleza creada; porque Dios es amigo de los hombres.
La escena muestra al mismo tiempo el espíritu de la nueva evangelización: optimismo, esfuerzo por vivir y comprender el cristianismo aquí y ahora para presentarlo de modo significativo, confianza en Dios. Así, una vez que se ha puesto todo lo que está de nuestra parte, hay que dejar en sus manos el mejor modo de acercarse a las personas. Ciertamente, el silencio de adoración que siguió a la lluvia en Cuatro Vientos fue mucho más elocuente que todos los discursos que estaban preparados. Sin embargo, ¿se hubiera dado ese silencio, ese grito del Espíritu, sin aquel esfuerzo humano?»(L. Buch, Los escenarios de la nueva evangelización (Madrid 2013), 198-199.)
Fulgencio Espá, Con Él, agosto 2013
Yo cuando lo vi pense que era como " cuando el Espiritu Santo entro en donde todos estaban reunidos , con Maria. Nadie se movio , seguro que El Santo Epiritu. Sabia lo que hacia. Reflesionemos.......
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