viernes, 23 de julio de 2010

ANTES DE ENTRAR EN COMBATE

          Una antigua crónica medieval -no muy alejada de los hechos que contiene- nos presenta un comportamiento del Cid Campeador tan modesto como realista.

          Se hallaban el ejército castellano y el leonés preparados para darse batalla, cuando corría el año 1072. Al frente del primero, el rey Sancho II. De la otra parte, el hermano de éste, Alfonso VI. Como escenario, las cercanías de Carrión, en el campo palentino. La víspera, Sancho fanfarroneaba un tanto, a pesar de la superioridad numérica del adversario:
-Mi lanza valdrá por mil caballeros; la de Rodrigo Campeador, por cien.

          Pero el Cid atajó tanta presunción:
-Yo, por mí, sólo afirmo que combatiré bien contra un caballero, y Dios dirá después.
En vano el rey, una y otra vez, insistió en encender la arrogancia de su alférez, pidiéndole que aceptara que combatiría contra cincuenta, cuarenta, treinta, veinte, diez... Nunca logró arrancar de los labios de Rodrigo sino aquello de «lucharé contra un caballero, y Dios dirá después».

          Lo curioso del caso es que, al día siguiente, Sancho cayó prisionero de los leoneses y fue el Campeador quien lo liberó.

Cfr. R. Menéndez Pidal, La España del Cid

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