Lizzie (Elizabeth) había hablado largo y tendido sobre temas religiosos con su buena amiga Helen, a la que poco a poco intentaba acercar a la vida cristiana. Con una pizca de escepticismo, Helen escuchaba lo que su amiga le decía sobre Dios, la providencia divina y la acción de los Ángeles en nuestra existencia. Este último punto -la presencia y actuación de los Custodios- le había resultado especialmente novedoso: algo nunca oído; pero, se cuestionaba qué habría de verdad en todo ello. Aquel mismo día, Helen, ya anochecido, sale de pasar un rato en una sala de fiestas.
Le gustaría tomar un taxi para regresar a su casa, pero no tiene dinero suficiente, así que no tiene más remedio que ir a pie. Caminando por John Dalton Street advierte la presencia de un individuo muy mal encarado. Está sola en la penumbra a muy pocos pasos de él y tiene el presentimiento de que aquel hombre va a atacarla. Siente un inmenso terror, y en ese instante le viene a la memoria la conversación con su amiga Lizzie: «Ésta es tu oportunidad -dice en su interior al Ángel Custodio-; si existes, sácame de este peligro». Curiosamente el individuo, que ya está a su altura, la mira a la cara, no hace nada y sigue su camino.
Al día siguiente Helen lee en los periódicos de Manchester la noticia del asesinato de una joven en la calle John Dalton, ocurrido poco después de haber pasado ella por aquel lugar. Acude a la comisaría de policía donde ya ha sido detenido algún sospechoso. Invitada a participar en un careo, reconoce inmediatamente al hombre con el que se cruzó poco antes del crimen, que acabará por sentarse en el banquillo de los acusados como presunto asesino.
Durante el juicio, Helen pide autorización al juez para poder mantener una breve conversación con ese individuo. Una vez recibido el permiso, se encara con él:
-¿Me reconoces?
-Sí, te recuerdo perfectamente de John Dalton Street.
-¿Por qué no me atacaste?
-¡Cómo iba a hacerlo, con aquellos dos tipos que llevabas al lado!
Debo los detalles de este hecho histórico a una amiga de Lizzie, Sarah de Nordwall, a quien estoy reconocido por la información.
No hay comentarios:
Publicar un comentario